martes, 8 de julio de 2014

La Corp- Oraloteca coordina el componente cultural del Proyecto de Regalías de la UTCH: BIOCHOCÓ


A pesar de ser una de las regiones con mayor biodiversidad y agua del planeta, el Chocó es considerado uno de los territorios más pobres de Colombia.  Las poblaciones negras e indígenas que viven allí están hermanados con la naturaleza y la consideran un elemento sagrado y constitutivo en sus formas de vida social y cosmovisión. Estas comunidades son por lo tanto quienes con sus hábitos y costumbres posibilitan la biodiversidad. Pero, muchas veces ese

cuidado y protección a la fauna, la flora, los ríos y los mares, se convierte en el mayor reto y riesgo debido al  apetito voraz de las multinacionales, los grupos armados ilegales y los proyectos de modernización del estado.

El Departamento del Chocó está localizado en la costa Pacífica de Colombia, entre Panamá y el río San Juan. Con su clima de selva tropical, el Chocó es uno de los puntos más húmedos del planeta y está habitado primordialmente por las comunidades indígenas embera, wuaunan, cuna, sipirara, la comunidad negra, la mulata, y, en menor medida, por mestizos y blancos del interior del país.

La historia del Chocó está marcada por el despojo de la población indígena nativa y la esclavización de los africanos que fueron traídos a este territorio para servir como mano de obra en las cuadrillas mineras. Se trata, por lo tanto, de una historia marcada por el  sometimiento, la explotación y el aislamiento geográfico; condiciones que aun hoy no terminan y que  alimentan el estigma y la realidad socioeconómica de las comunidades de esta región.

A los africanos que llegaron a los puertos de Colombia la esclavitud les arrebató su lengua, su cultura y su religión. Después de tres siglos de explotación, podemos decir que en el Pacífico colombiano, y particularmente en el Chocó, la imposición de la doctrina católica colonial estableció una compleja maquinaria de intercambio cultural mediante el que siempre se buscó invisibilizar el legado africano con el cual llegaron los esclavos.


Por su parte, las comunidades indígenas, desde la incursión del primer asentamiento español en Santa María del Darién, en 1510, llevan marcada en su memoria la  historia del desalojo y el arrinconamiento geográfico y cultural.


Al estudiar la historia y las imágenes generales que se tienen sobre el departamento del Chocó, Peter Wade señala que “la mayor contradicción es la pobreza en medio de la riqueza. […] Está en la segunda naturaleza de todo chocoano; reconocer que la región es rica no solo en minerales sino en producción agrícola: la idea es axiomática. Y la pobreza de la gran mayoría de los chocoanos, en la ciudad y en el país, todavía es palpable. La respuesta a este enigma también es de común conocimiento: abandono y explotación. Las riquezas han sido canalizadas fuera de la región, especialmente por foráneos, frecuentemente blancos, y ésta ha sido abandonada para que se suma en su propio subdesarrollo” (Wade, 1997:170).

Ante este panorama, pensar en la biodiversidad como herramienta de empoderamiento social y económico en una región como el Pacífico Colombiano, pone sobre la mesa ciertas problemáticas que ya han sido abordadas por estudiosos como los antropólogos Arturo Escobar (1997; 2005), Jaime Arocha (2000) y Mauricio Pardo (1997), entre otros. En su libro El final del salvaje escobar nos recuerda que

 La política cultural de la naturaleza en esta región está inscrita en tres procesos básicos desarrollados simultáneamente después de 1990: a) las radicales políticas de apertura hacia los mercados mundiales, favorecidas por el gobierno en años recientes, con especial énfasis en la integración de las economías de la cuenca del Pacífico con el resto del país; b) las nuevas estrategias de desarrollo sostenible y conservación de la biodiversidad; y c) las crecientes y cada vez más visibles formas de movilización de poblaciones negras e indígenas.

Los grupos negros, mantienen y han desarrollado prácticas culturales de origen tanto africano como español —como actividades económicas diferentes, familias extensas, bailes especiales, tradiciones orales y musicales, cultos fúnebres, brujería y otras— a pesar de que dichas actividades se mezclan cada vez más con formas urbanas modernas, debido en parte a migraciones internas y externas, como también al impacto ocasionado por las mercancías, los medios de comunicación y los programas para el desarrollo que se diseñan desde el interior del país. Aunque la región nunca ha estado aislada de los mercados mundiales —los ciclos de bonanzas auríferas, del platino, las maderas preciosas, el caucho, la industria maderera (Whitten, 1986; Friedemann, 1989) y, como lo veremos enseguida, también los recursos genéticos han amarrado a las comunidades negras con la economía mundial— fue apenas en la década del ochenta cuando se tuvo en cuenta a esta región con políticas organizadas para su desarrollo”. (Escobar: 2001: 103 )

Pero las “políticas organizadas para el desarrollo”, como las llama Escobar, han desconocido por lo general los saberes, formas de vida, formas de organización social y cosmologías de las comunidades que habitan este territorio. Y, cuando no han sido desconocidas, sí han sido al menos estigmatizadas o en el “mejor” de los casos folklorizadas. Por otra parte, desde las ciencias de conocimiento se han generado discursos que poco tienen que ver con las concepciones propias de las comunidades que se asientan en el territorio.

“El discurso de la biodiversidad como manejo de recursos está ligado a otros tres discursos: la ciencia conservacionista —y campos relacionados—, el desarrollo sostenible, y la repartición de beneficios, ya sea mediante derechos de propiedad intelectual u otros mecanismos. A pesar de que cada vez se le presta más atención al conocimiento tradicional, las ciencias convencionales continúan dominando el enfoque general. Por ejemplo, la segunda reunión de la Sbstta en 1996 incluía asuntos técnicos tales como aproximaciones taxonómicas, el monitoreo y la evaluación de biodiversidad, la valoración económica, los recursos genéticos, la bioseguridad, y varias formas de biodiversidad —marina, costera, terrestre y agrícola—; todos estos tópicos caen dentro de la circunscripción experta de la ciencia moderna. La concepción del desarrollo sostenible nunca es problematizada, a pesar de que algunos críticos han señalado elocuentemente la imposibilidad de armonizar las necesidades de la economía y el medio ambiente dentro de los marcos e instituciones existentes de la economía (Norgaard, 1995; Escobar, 1995). Finalmente, el discurso de los derechos de propiedad intelectual domina los debates sobre repartición de beneficios y la compensación ligados a las aplicaciones de la biodiversidad. Claramente se ve que se trata de una imposición neoliberal de los países industrializados —particularmente de Estados Unidos— en vez de un opción democráticamente acordada” (Escobar, 2001: 122)

El Proyecto Biochocó: Desarrollo de herramientas de gestión para el posicionamiento de la biodiversidad como fuente de bienestar social y ambiental en el Chocó, occidente colombiano es un plan regional que se encamina a posicionar la biodiversidad como eje estructural del desarrollo. Para este propósito el proyecto busca articular los planes de acción institucionales de los diferentes actores regionales en materia de biodiversidad en el Chocó, un sistema de información ambiental y biológico territorial para la toma de decisiones  por parte de los entes gubernamentales; una metodología para el diseño e implementación de modelos contextualizados de bienestar social y ambiental y modelos de restauración ecológica desarrollados localmente. Desde este punto de vista, se trata de un proyecto integral que, dentro del componente de diseño de modelos  contextualizados de bienestar social y ambiental,  desarrolla una  línea cultural cuyo objetivo es concertar con las comunidades afro e indígenas formas de reconocimiento, protección y salvaguardia de su patrimonio cultural.  Desde esta perspectiva, el proyecto Biochocó es una oportunidad inmensa de ponderar y legitimar el conjunto de saberes y formas de vida que caracterizan a las comunidades afro e indígenas del territorio chocoano y que muchas veces han sido desconocidas, incomprendidas o, simplemente exotizadas desde concepciones neoliberales, etnocéntricas y ajenas a los intereses y prioridades de dichos grupos humanos. 

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